El dolor crónico de espalda
Uno de los precios que el ser humano paga por su privilegiada posición erecta es el dolor de espalda. Malas posturas, sedentarismo, cargar un exceso de peso en mochilas y bolsas...
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Parece una tontería, pero con pequeños gestos se pueden aliviar estos dolores y prevenirlos, para estar en plena forma.
La columna vertebral normal tiene una longitud que oscila entre los 65 y 75 cms. en un adulto de estatura media y cuenta en la parte posterior con un canal formado por una serie de agujeros interconectados por el que discurren los grandes nervios que enlazan nuestro cerebro con el resto del cuerpo -la médula espinal-, nervios que a su vez van distribuyéndose a lo largo del tronco por los llamados agujeros de conjunción y que son los que transmiten las órdenes de movimiento y recogen los datos de sensibilidad -incluyendo el dolor- del tronco y de las extremidades.
Hay muchas cosas que pueden alterar la proporcionada armonía de nuestra columna. Desde una alteración congénita, hasta una enfermedad, un golpe o una mala postura. Y el resultado es siempre el mismo: dolor.
En la gente joven y los niños aparecen cada vez con más frecuencia dolores dorsales debidos a malas posturas en las largas sesiones escolares, y las tremendas mochilas que tienen que arrastrar cada día, además del peligro que conlleva el que cada vez pasen más tiempo delante del televisor o las videoconsolas.
En los adultos, además de las malas posturas y el estrés, existen otras causas que producen dolor como las enfermedades óseas y los inevitables traumatismos por accidentes. Y ya en edades más avanzadas, y especialmente entre las mujeres, la pérdida de calcio de los huesos -la famosa osteoporosis, generalmente relacionada con el embarazo y la lactancia además de otros factores hormonales- es un factor más que propicia el desgaste y deformación de los cuerpos vertebrales facilitando la aparición de los dolores crónicos que son la característica de las artrosis.
A lo largo de los siglos y en todas las civilizaciones hayan surgido las más variadas técnicas para curar, aliviar o, al menos consolar el desesperante problema de la dorsalgia. Desde la aplicación de calor directo hasta los baños relajantes, las presiones, las manipulaciones, las agujas o las sustancias analgésicas, el ser humano lo ha intentado prácticamente todo. Algunos de esos remedios son:
Los analgésicos: Las infusiones de manzanilla, ulmaria o corteza de sauce (especialmente del álamo blanco) tienen efectos antiálgicos. De hecho, el ácido acetil-salicílico, el medicamento-estrella de nuestro siglo, es el principio activo de la corteza de sauce.
Los remedios que se aplican sobre la zona dolorida buscan dos tipos de efectos: la anestesia (desaparición de la sensibilidad) o la analgesia (desaparición del dolor) y es ligeramente anestésico el mentol, principio activo de la hierbabuena, el poleo o la menta piperita.
El calor: Junto con la presión es posiblemente el remedio más antiguo utilizado por nuestra especie. La aplicación de calor local sobre un punto doloroso produce un aumento de aporte de sangre a la zona (vasodilatación) y relajación muscular que alivia tanto el dolor originado en una zona determinada como el transmitido a través de las raíces medulares.
Los masajes: Es instintivo echarse la mano al lugar que duele. Como, además, en cualquier punto doloroso se produce una contracción de los músculos de la zona, la presión, evidentemente, alivia. Y si se ayuda con un masaje, la relajación muscular es aún mayor y la vasodilatación más importante, con lo que el dolor disminuye.
La hidroterapia -el uso del agua introduciendo a alguien en ella- es un elemento importante en la rehabilitación funcional; no sólo por la temperatura sino porque elimina casi todo el peso corporal, lo que facilita los movimientos de los músculos afectados. Es lo que llamamos hidrocinesiterapia. Pero también usamos el agua caliente en forma de chorros a presión dirigidos al foco de dolor o contractura a fin de aprovechar no sólo el calor sino también la acción de masaje para facilitar la circulación superficial en el sector dañado.
La magnetoterapia: -el uso de imanes-, técnica muy discutida hace unos años, es hoy un tratamiento de rutina para ayudar a vencer el dolor de la artrosis, sobre todo, así como para acelerar la reparación de un hueso roto.
En la actualidad nadie niega el valor de la Acupuntura, por ejemplo, que tiene un reconocido efecto analgésico y anti-inflamatorio en este tipo de problemas. O, incluso, aprovechar los puntos reflejos, cosa que se conoce desde muy antiguo para los tratamientos y para la exploración de las lesiones vertebrales. En cuanto al uso de la Reflexoterapia y otras técnicas de manipulación de origen oriental, probablemente se utilicen menos por desconocimiento, pero sus beneficios son evidentes.
Paralelamente, para hacer en casa, aconsejamos estiramientos y algo de ejercicio, a fin de fortalecer los músculos y mantener flexibles las articulaciones.
En suma, el dolor crónico de espalda puede hoy aliviarse y, en buena parte de los casos, curarse.
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